¿Mi estilo parental influye en el desarrollo emocional de mi hijo?

Articulo estilo parental

¿Influye mi estilo parental y educativo en la gestión emocional de mi hijo/a?

Y la respuesta a esta pregunta, es que sí. Y ¿por qué esto es así?.

Porque el desarrollo afectivo y el desarrollo social, durante los primeros años de vida, juegan un papel importante en el resto de áreas del desarrollo infantil.

Este desarrollo socio-afectivo está relacionada con la forma en la que los adultos nos relacionamos y educamos a los niños/as.

Muchos estudios e investigaciones científicas han corroborado que el apego, es la unión emocional más importante de la primera infancia, ya que es el que se establece con una o varias personas de su unidad familiar.

Este vínculo afectivo, el apego, tiene una función adaptativa, pero no solo para el niño/a, sino también en su ambiente familiar y escolar. ¿Cuál es la función de este vínculo emocional? Proporcionar seguridad emocional lo cual va a permitir afrontar con éxito muchas situaciones cotidianas a la que se enfrenten en su día a día.

De no ser así, esto podría suponer un factor de riesgo para el desarrollo integral de nuestros hijos/as.

Pero no solo es importante en la primera infancia, el apego juega un rol muy destacado a lo largo de todo el ciclo vital. La única diferencia es las personas de referencia para establecer dicho vínculo, por lo que desde los 3 o 4 años hasta que el niño/a llega a la adolescencia, los iguales van adquiriendo cada vez más importancia.

Por ello, establecer adecuados vínculos de apego con personas adultas que nos cuiden y eduquen, así como vínculos de amistad con iguales con los que compartamos experiencias y juegos, es fundamental para el desarrollo.

Mayer y Salovey (1997) afirman que la familia es el contexto donde los niños aprenden el conocimiento emocional de sus principales referencias de apego, sus padres, así como la regulación emocional y la competencia en la identificación.

Otro autor (Goleman,1996) apunta que es en la vida familiar donde los niños empiezan a sentirse ellos mismos y, además, aprenden la forma que tienen las demás personas a reaccionar ante los sentimientos.

Es el contexto donde aprenden a pensar en sus propios sentimientos, en sí mismo y en las posibles respuestas ante determinadas circunstancias o situaciones, de ahí la importancia de este ámbito de desarrollo.

La familia es, por tanto, “nuestra primera escuela para la alfabetización emocional y el contexto más importante donde se forjan las competencias emocionales” (Sánchez Núñez, 2008, p.49).

De todo lo anterior se deduce que la forma que tiene la familia de afrontar las primeras etapas del niño, tendrá su efecto en el futuro viéndose reflejada en las áreas cognitivas y emocionales de sus hijos.

De esta forma, autores como Torio, Peña y Rodríguez (2008), definen los estilos educativos parentales como esquemas prácticos reducidos a dimensiones, que combinadas entre sí dan lugar a los tipos frecuentes de educación familiar. Los aspectos que configuran los estilos educativos en las conductas de los progenitores: el afecto en la relación, el grado de control, la comunicación entre padres e hijos y el grado de madurez.

Al combinarse estas dimensiones entre sí dan lugar a las diferentes prácticas educativas que influirán después en el desarrollo de los niños. Fruto de las relaciones familiares el niño aprende determinadas habilidades del desarrollo como son, el autocontrol, reconocimiento de los propios sentimientos, el entusiasmo hacia determinadas cosas, etc.

Asimismo, el estilo parental presentado por la familia de un niño predecirá, en gran medida, la competencia socioemocional de estos (McDowell, Parker y Wang 2003).

Diversos estudios como los de Páez Campos, Zubieta y Casullo (2009) y el de Cuervo (2010) o el de Alegre (2011) relacionan una asociación positiva entre la inteligencia emocional y el apego seguro caracterizado por la presencia estable de cuidadores, vínculos parentales cálidos, cohesión y flexibilidad.

Estos investigadores añaden que un apego seguro y una buena inteligencia emocional se asocian a una buena salud mental y formas de afrontamiento más adaptativas. Por lo que conviene subrayar que aquellos niños que se sienten queridos, respetados y aceptados presentarán conductas adaptativas y la probabilidad de que aparezcan conductas antisociales se verá disminuida.

No obstante, el apego inseguro se atañería a malas relaciones infantiles y poca calidez dentro del ámbito familiar debido a que adultos evasivos le prestan poca atención a la afectividad y a los hechos emocionales.

Estilos de crianza

La psicóloga clínica y evolutiva Diana Baumrind (1971) indica que los padres no deben ser punitivos ni distantes con los niños, sino que por el contrario deben desarrollar normas para sus hijos y ser afectuosos con ellos. De esta forma Diana Baumrind (1971) identificó cuatro estilos de crianza:

ESTILO PARENTAL AUTORITARIO ESTILO PARENTAL AUTORITATIVO O DEMOCRÁTICO
Los padres/madres obligan a que los hijos/as les obedezcan y respeten. Poco intercambio verbal, normas rígidas sin explicarlas. Los hijos/as de estos padres/madres a menudo no son felices, temerosos, ansiosos ante las comparaciones con otros, etc.

Ejemplo: “Se hace lo que yo digo, no hay más discusión”.

 

Estos padres/madres impulsan a los hijos/as a ser independientes, pero imponen límites y controles sobre sus acciones. Los padres son más cálidos y apoyan más a sus hijos/as. Los hijos/as de estos padres tienden a ser alegres, muestran autocontrol y son independientes, presentan una orientación hacia los objetivos y mantienen relaciones cordiales con sus iguales, cooperan con adultos y sobrellevan bien el estrés.

Ejemplo: “Tú sabes que debiste hacer eso, hablemos de cómo podrías manejar la situación de forma diferente la próxima vez”.

ESTILO PARENTAL INDIFERENTE ESTILO PARENTAL PERMISIVO:
Los padres/madres no se involucran en la vida de sus hijos/as. Los hijos de estos padres desarrollan el sentimiento de que otros aspectos de la vida son más importantes que ellos, tienden a comportarse socialmente de forma inadecuada, muchos presentan una baja autoestima, son inmaduros y pueden estar aislados de la familia. En la adolescencia, pueden mostrar absentismo escolar y delincuencia. Padres/madres muy involucrados con sus hijos/as, pero imponen pocos límites sobre ellos. Los niños/as nunca aprenden a controlar sus comportamientos y pretenden siempre salirse con la suya. Pocas veces aprenden a respetar a los otros, pueden ser dominantes, egocéntricos, desobedientes y tienen dificultades en las relaciones con iguales.

Otra de las áreas en las que la parentalidad cobra especial importancia es en el desarrollo cognitivo infantil, en el desarrollo de las funciones ejecutivas y en la estimulación en las primeras etapas del desarrollo.

Para concluir….

Cabe destacar que tal y como reconoció en el año 1979 el psicólogo estadounidense Urie Bronfenbrenner, el desarrollo humano surge en un entorno familiar. No depende solo de factores ontogenéticos, sino también de la interacción producida con el entorno familiar cercano y otros importantes aspectos ambientales.

Por ello, procesos como la memoria de trabajo, la flexibilidad cognitiva y la inhibición, podrían verse favorecidos u obstaculizados por el clima familiar y el estilo de relación parental percibido por los hijos. Por lo tanto, y teniendo en cuenta que estas funciones siguen un curso de desarrollo postnatal, cobra especial importancia el papel de conductas como:

  • El apoyo y la estimulación parental.
  • La regulación verbal externa.
  • El modelado durante tareas de resolución de problemas.
  • El cuidado cálido y sensible.
  • La organización familiar.

Por todo ello, la forma en la que nos comuniquemos y nos relacionemos con nuestros hijos/as va a influir notablemente en sus competencias sociales y emocionales, necesarias para afrontar con éxito las situaciones y relaciones con nosotros mismos y con los demás.

Ver más publicaciones

Belén Santos, psicóloga especializada en Atención Temprana

Compartir

Deja una respuesta

Explorar más