El desarrollo emocional de un niño/a, como ya sabemos, es un proceso fundamental a través del cual el niño irá creando su propia identidad, irá desarrollando su autoestima y encontrando su lugar en el mundo que le rodea. Además, el trabajo con las emociones básicas permite que alcancen una adecuada regulación emocional, que sean autónomos y que puedan gestionar las situaciones que les van a ir sucediendo durante toda su vida.
Las emociones son muy complejas y variadas, por eso durante los primeros años de la infancia cuando hablamos de emociones nos referimos a las emociones básicas. Las emociones básicas son: alegría, tristeza, miedo, enfado, sorpresa y asco.
La identificación de estas emociones, así como la asociación de estas con sus expresiones faciales, van a permitir que puedan saber qué emoción sienten ellos mismos. Pero también que puedan reconocer cómo se sienten los demás y así, poder desarrollar una habilidad social básica como es la empatía.
Normalmente, cuando hablamos de las emociones básicas, lo que solemos hacer es explicarles qué significan cada una de ellas, pero no solemos prestar atención a qué función cumplen en nosotros y por qué cada una de estas es importante e insustituible.
Esto suele dar lugar a conflictos en los que se confunde el miedo con ser cobarde, la tristeza con ser débil… porque como nos provocan sensaciones desagradables para nosotros asociamos que son emociones negativas. Este aspecto es algo que debemos evitar a toda costa.
Como siempre me gusta decir a mis peques, no existen emociones buenas o malas, ni positivas o negativas. Existen emociones que nos hacen sentir cosas agradables o desagradables, pero eso no significa que sean malas para nosotros o que quieran hacernos daño. Al revés, son emociones muy necesarias que nos permiten estabilizarnos, regularnos y coger fuerza para recomponernos. Este aspecto es FUNDAMENTAL que lo trabajemos con niños y adolescentes.
Me he encontrado casos en los que estaba tan implantada la idea de que el miedo, la tristeza o el enfado eran negativos que rechazaban esa emoción, no la escuchaban y la disfrazaban con otra, impidiendo así que se sientan tranquilos y regulados. Estos peques o adolescentes siempre tenían la sensación de que algo les pasaba y no estaban bien dentro de ellos, pero nunca sabían exactamente qué era eso que les estaba haciendo sentirse así.
No es la primera vez que hablo con familias y me cuentan que su hijo nunca llora porque él solo se enfada, o que nunca se enfada porque siempre que hay conflicto termina llorando. Estas son algunas situaciones y consecuencias que puede traer no trabajar adecuadamente la función de cada una de las emociones básicas.
¿Qué función tienen las emociones básicas como la tristeza, el miedo y la ira en nuestro sistema de regulación?
Si hablamos de la tristeza, su función es VITAL para nosotros, porque nos permite desahogarnos y nos da eso que necesitamos para pedir ayuda a otros y recibir así apoyo social en momentos difíciles. Nos permite sentirnos comprendidos por aquellas personas que nos quieren y utilizar su apoyo para componernos, desarrollando así otra habilidad social que es importante: la resiliencia.
Por otro lado, si hablamos del miedo su función está clara: el miedo nos protege. Esta emoción nos protege de aquellas situaciones que considera peligrosas y nos pone en alerta. Si el miedo no existiera probablemente nos enfrentaríamos a situaciones que harían peligrar nuestro estado físico y emocional.
Para terminar… párate un segundo. ¿Qué función crees que tiene la ira? Quizá sea la emoción más desregulada en niños y adultos y por eso le tenemos tanto miedo. La función de la ira es la de protección, nos protege de situaciones injustas, nos permite defender nuestros valores e ideas y nos ayuda a negociar con otros, desarrollando así una habilidad importante para la vida como es la resolución de conflictos.
Al final, como puedes ver, todas las emociones básicas son importantes, el problema es no saber gestionarlas y dejarnos llevar por lo que nos hacen sentir. Una emoción desregulada como la tristeza podría dar lugar a una depresión. Una emoción desregulada como la ira podría llevarnos a desarrollar agresividad o intolerancia repercutiendo así en nuestras relaciones interpersonales. Una emoción desregulada como el miedo podría hacernos desarrollar fobias que nos impidieran hacer una vida normal, ya que nos perderíamos muchas experiencias nuevas e importantes.
Espero que este artículo te haya gustado tanto como a mí. Si te gustaría que hablara un poquito más sobre la regulación de cada una de estas emociones, solo tienes que dejarlo en comentarios o escribir un correo a info@pedagoque.com
Si has observado que tu peque no gestiona bien estas emociones, no se expresa emocionalmente, no cuenta las cosas que le pasan, quizá es el momento de actuar y buscar ayuda profesional. Para ello, como pedagoga puedo ayudarte a trabajar ese desarrollo emocional con tu hijo/a. Como ya sabes, podrías hacerlo tanto con el servicio de pedagogía online o con el servicio de pedagogía presencial en Gijón.