Algo fundamental en la normalización de la vida familiar es incluir a nuestros peques en la cotidianeidad. Y cuándo mejor que alrededor de una buena comida en la que disfruten de sus padres comiendo y charlando sobre todo ahora que se acercan fechas de celebración en familia.
Para que la normalización sea total, debemos procurar que los niños coman lo mismo que los padres (en la medida de lo posible, por supuesto).
El Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría nos dice que a partir del primer año los niños pueden comer de todo, incluido el marisco, con algunas excepciones, aunque la AAP (Academia Americana de Pediatría) avala la introducción de este alimento entre los 6 y 12 meses.
Los últimos estudios demuestran que retrasar la introducción de los mariscos no impide la aparición de alergias alimentarias pero debemos tener en cuenta algunas cositas antes de hacerlo.
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TogglePrecaución con el cadmio
Según la AECOSAN (Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición), hay que tener en cuenta que algunas partes de los crustáceos acumulan cadmio y su consumo habitual puede tener consecuencias para la salud. En un primer momento diarreas, dolor de estómago y vómitos severos.
Un consumo frecuente puede generar complicaciones más graves pues este metal pesado tiene efecto acumulativo en nuestro organismo. Podemos encontrar el cadmio en las cabezas de gambas, cigalas y langostinos. También en cangrejo, centollo, nécora y buey de mar. Evitaremos por tanto su consumo por parte de nuestro peque.
Sin embargo, aún hay muchos mariscos que sí pueden disfrutar: almejas, mejillones, camarones, calamares, langostinos y gambas sin cabeza, vieiras. Todos ellos a partir de los 6 meses, en pequeñas cantidades y sin unirlos con ningún otro alimento nuevo (para poder detectar posibles alergias). Darlos siempre para comer, nunca para cenar, para facilitar la detección de posibles reacciones.
¿Cómo conviene empezar la ingesta de marisco?
La mejor forma es comenzar usando el caldito de un arroz con almejas o con gambas sin cabeza, por ejemplo. Y nunca añadir sal. No olvidemos que las necesidades de sodio ya están cubiertas con el contenido de este mineral en los alimentos de forma natural. No es preciso incrementar su presencia.
¿Y qué reacciones pueden producir?
- Urticaria
- Ronchas en la piel
- Tos y/o ronquera
- Diarrea
- Vómitos
- Inflamación de la lengua, labios, párpados y/u orejas
- Dificultad para respirar
Si aparece alguno de ellos, deberemos acudir a urgencias inmediatamente.
Si tenemos en cuenta estas pequeñas ideas, solo queda disfrutar de nuestros hijos viéndoles disfrutar de una buena mesa y adquiriendo cultura culinaria.
¡Buen provecho!
Artículo escrito por:
Charo Calvo – Enfermera del Hospital Cabueñes en Gijón